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Channel: LA PIPA DE HEMINGWAY
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SER UN HEMINGWAY

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Un interesante artículo sobre mi amigo John Hemingway, publicado hace escasos días, donde  expresa que el peso del apellido no deja de ser un problema. Lo comparto con todos ustedes.

http://www.rsvponline.mx/perfiles/ser-un-hemingway-no-es-tarea-facil

Ser un Hemingway no es tarea fácil…

por: Fernanda Brambilla - 22 de Junio de 2016

No se puede entender quién fue Ernest Hemingway sin antes conocer qué le pasó en Italia”. La afirmación viene de John Hemingway, nieto de uno de los escritores más importantes del siglo 20. Antes de dedicarse a la literatura, el autor de Por quién doblan las campanas sirvió en la Primera Guerra Mundial en la base de la Cruz Roja en la villa de Bassano del Grapa, Italia. “La muerte, la pérdida, el amor y la mortalidad, temas frecuentes en su obra, vinieron de aquel lugar. Sin eso, él no sería el artista que conocemos”, dice su nieto para RSVP durante su primera visita a la Ciudad de México.

En Bassano, su famoso abuelo salvaría a un soldado y sobreviviría a un ataque de mortero. Décadas más tarde, una coincidencia grande llevaría a John Hemingway a conocer a Giuseppe Aquila, presidente de la compañía de plumas Montegrappa, cuya sede queda justamente en la acera de enfrente de la Cruz Roja, donde sirvió el Premio Nobel de Literatura. Tres años más tarde Montegrappa presenta en El palacio de Hierro su colección Hemingway 

Hoy, John Hemingway, a sus 55 años, vive en paz con su apellido y su historia. Pero ser un Hemingway no fue una herencia fácil de abrazar y nos detalla porqué.

 

¿Me puedes contar un poco de tus recuerdos sobre tu abuelo como persona y no como el icono internacional que es?


No nos conocimos, él murió cuando yo tenía 11 meses de edad. Pero me acuerdo que cuando era niño, algunas personas me decían, ¿Hemingway, uh? Qué nombre más raro ése. Y otras me decían, ¡Oh, tu abuelo es tan famoso! Y pensaba, ¿famoso por qué?

En aquella época, mi papá nunca me hablaba de su padre. Empecé a conocerlo cuando era adolescente, leí sus libros y entendí el impacto que ese hombre había causado. “Wow, ¿soy pariente de este tipo?”
Fue hasta mis 20 y tantos años, en Italia, que me di cuenta que su memoria en lugar de perder relevancia, parecía ganar más. No podía huir de ello o esconderme. Él no se iba a ir. ¡Qué diablos!

¿Quisiste huir de tu apellido?


Sí, por eso me fui a Italia. Allá la gente es muy discreta, respetuosa. Fui a dar clases de inglés y mis alumnos me conocían como John, el maestro. Muchos en algún punto descubrieron que yo era pariente de Ernest, pero seguí siendo John, el maestro. No es que ellos no sabían quién era mi abuelo, pero era el lugar perfecto para alguien como yo, quien intentaba encontrar su propia voz como escritor. Fue difícil, hasta que me di cuenta que no podía intentar ser como él, tenía que saber mis límites. Hoy te lo digo con calma, pero fue un infierno, tenía voces en mi cabeza que decían: “Si escribes algo malo, John, te vas a quemar en el infierno, van a acabar contigo”.

Ahora vives en Canadá con tus hijos (Michael y Jacqueline). ¿Cómo les contaste de su bisabuelo?


Oh, poco a poco lo fueron descubriendo… mi hija supo hace muy poco que Ernest se suicidó. Ellos tienen un buen entendimiento, esto no es tan importante como su familia más cercana.

En el imaginario colectivo, Ernest Hemingway es la figura del hombre viril, de una masculinidad muy fuerte. Por otro lado, tu papá, Gregory, es un transgénero, que es el completo opuesto de esto. Escribiste un libro al respecto, ¿cómo ves ese contraste tan grande de tus antepasados?


Escribí un libro que es una biografía de mi padre, y para entenderlo era esencial comprender de dónde vinieron él y su papá. Ernest y Gregory no son tan diferentes como puede parecer: eran muy inteligentes y tenían un sentido del humor muy agudo. Los dos exploraron ese punto en el que un hombre deja de ser un hombre y pasa a ser una mujer y viceversa. Ernest, como un escritor, hizo cuentos sobre esto. Mi padre lo experimentó en carne propia, se hizo una cirugía de cambio de sexo. Se aventuraron a su manera. Cuando haces algo así, sabes cómo las cosas empiezan, no cómo terminan. Los dos sufrieron con enfermedades mentales, Ernest de una depresión profunda y mi papá, de bipolaridad. Y eran tiradores con unas punterías excelentes.

Sé que la puntería la heredaste tú también…


No lo sabía hasta los 17 años, cuando salimos a tirar en Montana y mi papá me dio su pistola y me desafió a tirar una lata. Yo la miré y pum. Fue instintivo. Mi papá se puso a temblar de tan emocionado que estaba. En aquel instante no entendí bien porqué eso era tan especial: mi papá vio algo que empezó con su abuelo y había pasado a su papá y luego a él hasta llegar a mí. Ese tipo de lazo era importante para él.

 

Hemingway en su época usaba plumas largas como las de Montegrappa, que hoy en día son artículos de lujo. Como un escritor, ¿cuál es tu relación con los medios digitales?


Hemingway sí usaba la pluma, en su escritura también usaba el lápiz para poder borrar, pero sus cartas están todas en pluma. En sus originales hay muchas notas en medio del texto y es interesante verlas, ver cómo él pensaba. Creo que lo que pasa con las plumas es lo mismo que con el libro. Todavía prefiero el papel. El sentido táctil es importante para mí, y también por el hecho de que se deterioran y terminan. 
Tengo mi e-book, pero no me gusta el hecho de que esté en la máquina. Hoy en día no se lee tanto porque todo está muy automatizado, fracturado, estás haciendo algo y te llega un mensaje, un correo... Tienes que aislarte de todo si quieres escribir y lo mismo es para leer. El libro expande tu imaginación. Esa relación de tomarlo en las manos, escribir en ellos, doblar, manosearlo. Eso es único.

Hay muchos museos con objetos de Hemingway ¿Has guardado algo para ti, en tu casa?


Sólo tengo una cosa que le perteneció, un plato de arcilla de tiro deportivo que estaba en casa de mi abuela. He visto los libros originales muchas veces en su oficina y puedo ir a verlos en un museo, como cualquiera. Mucha gente se sorprende, pero tengo su ADN… eso es suficiente.





DE NUEVO EN EL RITZ

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"Cuando sueño con la otra vida en el paraíso, siempre tiene lugar en el hotel Ritz de París", dijo Hemingway en algún momento de su vida. Es que gran parte de sus días transcurrieron en el icónico hotel parisino, que alguna vez hospedó a personajes como Marcel Proust o la diseñadora Coco Chanel, quien se mudó a una de sus suites en 1934 y nunca más se fue. 

Como buen hemingwayano cuando paso por París me planto en el ingreso al hotel y algo me dice que ese viejo borracho va a salir a mi encuentro, es una fantasía, un deseo que no se cumple pero por cábala lo sigo haciendo.


El hotel, ubicado en 15 Place Vendôme, fue sometido a un proceso de remodelación que duró cuatro años, y fue reabierto en junio pasado. 




Junto con la esperada reapertura, también volvió a abrir sus puertas el mítico Bar Hemingway, uno de los ahora tres bares del hotel. Los otros dos son el Bar Vendôme, cerca de la entrada, y el nuevo Ritz Bar, sobre la rue Cambon.

Tomar un cóctel en el Bar Hemingway no es cosa de todos los días. No sólo porque su bartender, Colin Peter Field, es referente mundial y fue elegido el mejor del mundo por la revista Forbes, sino porque esa misma atmósfera fue la que eligieron personalidades como Cole Porter, F. Scott Fitzgerald, y claro, el gran Ernest Hemingway, quien con Gary Cooper pasaba horas y horas charlando. 

Las historias se repiten en cada uno de sus rincones, como aquella que da cuenta de que aquí mismo fue que se creó el famoso trago "Bloody Mary". Cuentan que Hemingway dejó en el Ritz el recuerdo de uno de sus más apasionados romances con la entonces reportera de The New York Times Mary Welsh, quien fue su cuarta esposa. "Mi mujer no quiere que siga bebiendo. Cuando vuelvo a casa, siente mi aliento y me regaña", le contaría Hemingway al barman. Es por eso que éste inventó un cóctel, que más tarde se hizo famoso. Se preparaba a base de vodka y jugo de tomate. Al otro día Hemingway exclamó: "¡Bravo, bloody Mary (la maldita Mary) no sintió nada!".



Luego de su reapertura, el Bar Hemingway despliega su decoración original, caracterizada por madera y sillones de cuero y el infaltable piano, que le dan una impronta intimista y acogedora. Está abierto de 18:00 a 2:00 y allí se pueden degustar los inéditos cócteles preparados por Colin Field.

Algo me dice que tengo que volver para decir que París era una fiesta.



TEMORES

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   Un camino, un grande.Conociendo a Ernest Hemingway

HEMINGWAY Y BORGES: LA PELEA

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Una vez más recordar los entredichos entre Hemingway y Borges nos hace pensar en el milagro de lo literario. Cuando todavía las redes sociales no existían y el insulto se transmitía por carta, encontrarse con el duelo epistolar no deja de ser una maravilla para la memoria.
Ambos respondieron a un mundo íntimo muy particular y dejaron su impronta. El amor-odio funcionó de la mejor manera. La angustia existencial del sexo y la muerte tuvo su merecido y todo pasó al mismo momento, sin respiro.
Lo que sigue no es otra cosa que el testimonio de una disputa sin demasiados excesos. Revivirlo es como un deseo de sanación.

La encontraron entre las cartas inéditas de Borges. En una postal de alto contenido alcohólico de Hemingway enviada desde La Habana el 13 de marzo de 1950, podemos leer:

"Dear Jorges, my Cuban friend Lino Calvo gave me The Aleph, here in El Floridita, el Catedral del Daiquiri. Sure, dammed good book. They are saying around you are the best writer in Spanish, but you can kiss my ass and you never hit a ball out of the infield in your life. You took LITERATURE too solemnly. You discovered life late. You come down down here and fight for free with an old character like me, who is fifty years old and weighs 209 and thinks you are a shit, Jorges, and would knock you in your ass. HOW DO YOU LIKE IT NOW, GENTLEMEN? Viva El Torre Blanco. Yours sincerely, Papá".







Querido Jorge:
Mi amigo cubano Lino Calvo me dio El Aleph, aquí en El Floridita, la catedral del daiquiri. Lógicamente, un buen libro. Andan diciendo que eres el mejor escritor en español, puedes besarme el culo, nunca sacaste una pelota del campo de juego. Tomaste la literatura muy solemnemente. Descubriste la vida tarde. Ven hasta aquí y lucha por tu libertad con un personaje como yo, que tiene 50 años, pesa 135 kilos y piensa que eres una mierda. Jorge, te golpearía bien el trasero.¿Qué te parece ahora, caballero?
Sinceramente Papa.


Como es sabido, la antipatía era recíproca, e hizo este ramillete de flores para la tumba del escritor norteamericano: "Hemingway, que era un poco fanfarrón, terminó por suicidarse porque se dio cuenta que no era un gran escritor. Esto, en parte, lo redime".

Tal como gran parte de las citas y los libros que figuran en la obra de Borges, la postal es apócrifa. Un juego que inventó el poeta mexicano José Emilio Pacheco para reírse un poco de Borges y de Hemingway. Pero como toda broma, encierra algo de cierto: Borges no toleraba a Hemingway. Ni sus historias ni al personaje que se inventó. Y José Emilio Pacheco fantaseó la postal para justificarlo.

Hemingway se mató hace 50 años, el 2 de julio de 1961. Veinticinco años después murió Borges, el 14 de junio de 1986. Tan diferentes entre sí, ambos son dos gigantes de la literatura universal, especialmente del relato corto.
Sus cuentos están entre las cumbres del género de cualquier época. Cada uno representa una tradición distinta. Hemingway como una de las cimas del relato realista. Borges, el gran genio del género fantástico.

Sus vidas pueden leerse también como un juego de polos opuestos. “Yo he hecho todo lo posible para que me guste Hemingway, pero he fracasado”, ironizaba Borges. “Hay algo en él que me desagrada; quizá el culto a la violencia, esa brutalidad; es un defecto mío y no de él”. Borges se veía a sí mismo en las antípodas de Hemingway.

El era el hombre ilustrado y pacífico frente al matón que vivía entre corridas de toros y safaris en Africa. Mientras Hemingway iba a la guerra, se emborrachaba en bares ruidosos y coleccionaba escopetas, Borges creaba su mito de lector infinito: su vida transcurría entre libros, bibliotecas, conferencias y el departamento de su madre.

Hemingway cultivó la leyenda del macho, el cazador de leones y mujeres.
Borges, a su vez, vivió con discreción, acaso con timidez y con cierto pánico por el sexo. Políticamente antagónicos, el autor de El viejo y el mar apoyó el bando republicano en la Guerra Civil Española y, como casi todos los escritores de la época, tenía el corazón puesto a la izquierda. El autor de Fervor de Buenos Aires, en cambio, fue un conservador profesional, deportivo, que hizo de las declaraciones políticamente incorrectas un género paralelo a su obra. Ambos, y a su modo, practicaron la ingenuidad política. “Hemingway, cierta vez, disparatadamente, se comparó con Kipling, a quien consideraba su maestro. Fue medio compadre y terminó matándose porque se dio cuenta de que no era un gran escritor. Esto lo salva en parte”, comentó Borges. 








Hemingway era el escritor de la experiencia. Borges, de la imaginación. El primero fue un bestseller, un escritor de fama mundial. El segundo, un narrador de minorías, favorito de críticos y académicos. Hemingway ganó el Nobel. Borges murió sin él. Fiel a su leyenda, Hemingway se mató de un escopetazo. El mundo se estremeció. Borges murió en Suiza, lejos de Buenos Aires. El Mundial de Fútbol de México, que ganaría Argentina, le quitó atención. Fue una muerte austera, silenciosa y, como en sus cuentos, con aire espectral.






Pero aun con todas sus diferencias, algo los unió: la admiración por la valentía. Está en sus libros: la fascinación por el coraje. El valor como categoría moral.
Hemingway es una de las cimas del relato realista.
Borges, un genio del género fantástico.


Fuente : L'Omero della Pampa
Raúl Schenardi y
Andrés Gómez Bravo
La Tercera Chile
9 de julio de 2011


DANDO VUELTAS POR LA CASA DE PAPA

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Desde que comencé a escribir en este espacio, la vieja historia sobre los objetos que guarda Finca-Vigía ha sido motivo de marchas y contramarchas. Más allá de los acuerdos y deseos frustrados, todo está como un día lo dejó Ernest, y el gran mérito de los cubanos ha sido preservar el patrimonio. De tanto en tanto las novedades nos dan una alegría y otras veces caemos en la triste realidad. El país del norte promete, atiende el teléfono, convoca a reuniones, se firman resoluciones, pero los beneficios llegan tarde. De todos modos no hay que perder la esperanza y así  lo decimos al leer este cable que nos pone cerca del camino. Ojalá cuando volvamos a Finca Vigía, un viento de cambio esté soplando.


Si bien las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba están muy lejos de ser normales, esta semana hubo un tímido acercamiento entre las naciones para trabajar en conjunto en la preservación de los objetos en la antigua casa de Ernest Hemingway en la isla.
En una reunión en Boston, representantes de ambos países debatieron sobre el mejor modo de garantizar que el legado del escritor siga vivo en ambos países.
Participaron de la reunión el presentador de televisión Bob Vila, hijo de inmigrantes cubanos que ha estado trabajando para restaurar la casa de Hemingway, el representante Jim McGovern, Ada Rosa Alonso, directora del Museo Hemingway en Cuba, y Susan Wrynn, ex curadora de la Colección Hemingway en la Biblioteca JFK.

En la casa del escritor en Cuba hay todo tipo de objetos, desde libros y cartas hasta cañas de pescar y trofeos. Todo tiene su valor patrimonial.
La casa-museo de Hemingway es la Finca Vigía ubicada en la ciudad de La Habana y es un caserón enorme de estilo colonial con pileta, una torre, una gran biblioteca e incluso un barco con el que el escritor salía a pescar. Para su conservación, la casa, abierta al público, requiere inversiones constantes.

ENTRE OLVIDOS Y DESMEMORIAS

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Mario Vargas Llosa acaba de decir en la Feria Internacional de Guadalajara que él es el último sobreviviente  del “boom” latinoamericano y que le toca “apagar la luz”. En otro momento, cuando no era un señor aburguesado y soñaba con la revolución (¿revolución?), el peruano no hubiera vertido frases hirientes y poco gratas sobre el reciente desaparecido Fidel Castro. Hoy con el diario del lunes en la mano, más de un progresista guardó su pensamiento socialista en el baúl de los recuerdos y se acostumbró al pragmatismo de un cambio de época que parece registrar el borrón y cuenta nueva. La idea de la felicidad, de la vida sin excusas y el reencuentro con el amor, ha puesto a muchos en el desafío de olvidar la coherencia y la dignidad. Vargas Llosa no es el único; “apagar la luz” es una expresión que intenta instalar una mentira. En ese error también se cae cuando se expresa que “con la muerte de Fidel Castro recién termina el siglo XX”. 





El corte de época como si se tratara de una porción de torta de chocolate es sencillamente un manejo comunicacional que arrastra el concepto de “ahora todo es distinto”, “ahora es el tiempo de nosotros”. Mientras me dejo llevar por estas líneas pienso en que Fidel, una vez más, se salió con la suya: se murió antes de ver a Donald Trump sentado en la Casa Blanca. Dijo “esto para mí es demasiado” y cerró la puerta. Como buen rebelde lo sumo a Ernest Hemingway y Bob Dylan. Ernest se cagó en el sistema, se burló de todos y se recluyó en La Habana desafiando a los amantes del Imperio. Lo hicieron regresar, enfermo y arruinado a ese país que lo había señalado como una mierda. Pero el volvía con un Nobel bajo el brazo, un Nobel que no fue a recibir, un Nobel que Vargas Llosa recibió como un rey. Y ahora otro rebelde, otro “mal bicho” como Bob Dylan, repite la acción inmunda de no presentarse en la entrega del galardón.




Es verdad, el cambio de época tiene su efecto. Estados Unidos se prepara para un desafío con un hombre que todavía no dijo nada. Ernest se rasca la cabeza, Fidel se fuma un habano, Bob sopla en el viento y Mario apaga la luz. Pido bandera blanca de tregua. Sólo eso.



Adiós 2016. Hola 2017.

LA NAVIDAD DE ERNEST

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Muchas felicidades a todos los hemingwayanos que siguen este espacio. Esta foto representa mi deseo y el de aquellos protagonistas que estuvieron al lado de Papa. 
Gracias por acompañarme. Lo mejor para ustedes y un Feliz 2017.

ENRIQUE CIRULES : LA LEYENDA.

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Hace 10 años me reunía con Cirules en La Habana. Teníamos una amistad mediática, llena de anécdotas y comentarios acerca de Hemingway. Ambos queríamos conocernos y todo se dio en el marco de las jornadas sobre Papa. Al momento del encuentro llevaba en mis manos el libro Hemingway en la cayería de Romano que había comprado el día anterior. Enrique me preguntó cuánto lo había pagado y le dije 25 dólares. Cirules asombrado me dijo que jamás hubiera esperado que esa obra se vendiera a ese precio. Remató: “25 dólares aquí es el salario de dos meses.”. Claro, para mi bolsillo también era un buen precio pero yo quería tener esa obra de Cirules y mucho no me importó comprarla. Hace un mes se fue a recorrer otros paisajes y como bien expresa la crónica de despedida, “el narrador y ensayista Enrique Cirules falleció este domingo (18 de diciembre), a los 78 años, en la capital cubana. Nacido en Nuevitas, en 1938, Enrique Cirules es considerado, por su reconocida obra, entre los más significativos escritores cubanos contemporáneos.”



“Autor de una amplia bibliografía de ficción, entre sus títulos publicados aparecen los cuadernos de cuentos Los perseguidos y La otra guerra, así como las novelas Conversación con el último norteamericano - Premio 26 de Julio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias-, Bluefields, La saga de La Gloria City, Extraña lluvia en la tormenta y Santa Clara Santa.”
                          
“De enorme trascendencia resultan sus investigaciones sobre la mafia en Cuba, dadas a conocer en los libros testimoniales El imperio de La Habana–Premio Casa de las Américas y Premio de la Crítica Literaria— y La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana. La vida y la obra del escritor estadounidense Ernest Hemingway fue, igualmente, tema de sus investigaciones, que aparecieron en sus libros Hemingway en la cayería de Romano y Hemingway, ese desconocido, mención en el Premio Casa de las Américas.”

“Por decisión familiar, el cuerpo de Enrique Cirules será cremado y sus cenizas estarán en la Funeraria de Calzada y K, en El Vedado, este lunes 19 de diciembre, entre las diez de la mañana y las dos de la tarde, para posteriormente ser trasladadas a su provincia natal.”

Cirules me preguntó cómo este escritor del Río de la Plata se había interesado por Hemingway. Le dije que más de una vez yo también me lo había preguntado; pero todo estaba a la vista: Hemingway nos había conquistado.

Marcela Céspedes Gamboa dijo sobre Cirules:
“Conocí a Enrique en Chile en el 2000 en el Congreso Iberoamericano de Escritores organizado por el poeta chileno Andrés Morales. Ya sabía de él por su gran amistad con mi compañero Roberto Díaz Muñoz. Recuerdo el impacto que causó en aquel congreso. Los jóvenes lo perseguían para conocerlo y conversar con él. Desde aquel momento fuimos amigos y más aún cuando en Cuba conocí a su esposa María Sánchez, guerrillera con Almeida y el Ché. Todos le decíamos con cariño María La Chiquita. Vaya todo mi cariño hacia ella y su familia. Hablar con Cirules era toda una experiencia pues dibujaba con la palabra lo que decía tal y como acontece en sus libros. Entre los muchos que lo conocieron en Chile, mi país, su pérdida ha causado un hondo pesar. Pero tuvimos la alegría de conocerlo y sé que fue el mejor amigo de mi marido. Lo recordaré siempre por su gentileza, su caballerosidad y compromiso sin límites con la Revolución Cubana."

Salim Lamrani, doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, expresó en el prólogo de Hemingway, ese desconocido.

“Una profunda historia de amor une a Hemingway a Cuba y Enrique Cirules se consagra con brío a recordar esos lazos inquebrantables. No es por casualidad que la historia de El Viejo y el mar, su obra más famosa que le valdría el Premio Pulitzer en 1953, se desarrolle en la isla del Caribe, donde el escritor estadounidense vivió muchos años entre el Hotel Ambos Mundos y su propiedad Finca Vigía. Una anécdota basta para ilustrar su apego al pueblo cubano. Tras su consagración literaria en 1954, año cuando recibió el Premio Nobel, Hemingway eligió a un periodista cubano para conceder su primera entrevista sobre el tema. Él, americano, declararía con mucho afecto: “Soy el primer cubano que consigue un Premio Nobel”. Hemingway, quien vio con preocupación el auge del fascismo en Cuba con el golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952 y el establecimiento de un Estado mafioso, acogió con entusiasmo el triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro, con el cual mantendría relaciones cordiales hasta su salida definitiva de Cuba en 1960."

"Enrique Cirules, mediante su biografía apasionada y comprometida, nos recuerda sin duda la cosa más importante a propósito de Ernest Hemingway más allá de su extraordinario talento literario: supo cumplir su primer deber de ciudadano libre siendo un eterno indignado."




Su hijo Manuel Enrique así se refirió:

“Mi padre nunca olvidó a Camagüey, ni  a Nuevitas, donde se formó; con frecuencia visitaba estas ciudades y quiso, aún después de muerto permanecer en las aguas del litoral, para que permaneciera su espíritu en esa zona.

“Fue un hombre de mucha tenacidad, muy perseverante, por eso pudo escribir tanto, sobre todo en el género de testimonio, el que más le gustaba; y ahora sus obras forman parte de la historia, queda para quienes estén interesados en esos estudios relacionados con esos temas, y sirvan como base para nuevas investigaciones”.




Amigo Cirules, el camino de la literatura nos unió y Hemingway fue parte de este destino.

Hemingway y Unamuno

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Hemingway, Córdoba y Unamuno

Conocí y hablé con Hemingway dos veces. La primera fue en noviembre de 1956 en Córdoba, concretamente en el bar que regentaba Doña María, justo enfrente de la Mezquita y cuando yo estudiaba 3º de Magisterio en la Escuela Normal. Me había ido aquella mañana, como otras muchas, a pasear y leer al Patio de los Naranjos y estaba en ese momento enfrascado con la novela Fiesta, aunque ya había leído El viejo y el mar. A eso de la una salí por la Puerta del Perdón y al pasar por delante del bar de enfrente vi que entraba, ¡Dios!, el mismísimo Ernest Hemingway y ni corto ni perezoso lo abordé para pedirle que me dedicase su novela. --Bueno, muchacho, espera, primero vamos a saludar a Doña María y a sentarnos-- me dijo cariñoso --¿Sabes tú que Doña María hace los mejores boquerones en vinagre del mundo? Anda, ven, que mientras te firmo vas a probarlos tú también.

Y así sucedió. Porque a Doña María le faltó tiempo para ponerle sobre la mesa varias raciones de sus boquerones en vinagre y una copa de aquel vino, mezcla de Pedro Ximenez y un fino de Montilla, que era la tentación y el mejor anzuelo de la casa. O sea, que gracias al escritor americano descubrí yo la «obra maestra» de Doña María (andando el tiempo llegué a ser amigo de aquella gran mujer y un forofo divulgador de sus boquerones por toda España).







La segunda vez que le vi fue ya en Madrid, en noviembre de 1960. Andaba yo ya tratando de vivir del periodismo, aunque todavía no era periodista (obtendría el titulo 4 años más tarde) cuando un día leí en las páginas de Pueblo que Hemingway estaba en Madrid y se hospedaba en el hotel Palace... Y allí me fui sin pensarlo dos veces. ¡Una entrevista con Hemingway la publicaría cualquier periódico al que la llevase!
Y nada más entrar, en una mesa de la gran Rotonda le vi, estaba solo y con un whisky entre las manos. Me acerqué a él y curiosamente nada mas verme dijo:
--¡Anda, mira quién está aquí! ¿No eres tu aquel joven que comió conmigo boquerones en vinagre en casa de Doña María?
--Pues, sí, Señor Hemingway.
--Déjate de tonterías muchacho, quien haya comido conmigo los boquerones de Doña María ya es amigo mío. Llámame Ernesto a secas.





Y yo le expliqué mi pretensión de hacerle una entrevista, aunque primero fue él quien me interrogó sobre mi vida y mi presencia en Madrid. Sólo entonces, y tras un sorbo de whisky, dijo:
--¿Y qué quieres saber de mí?
--Todo, Don Ernesto, su vida y su obra son apasionantes.
Y aquel hombre fuerte, robusto, más alto que la media de los hombres españoles, aunque ya se le notaba algo cascado (tenía ya 57 años y fama de estar alcoholizado) me abrió su vida y me contó sus múltiples aventuras periodísticas, desde la Primera Guerra Mundial hasta la Segunda, sin olvidar la Guerra Civil de España y su novela ¿Por quién doblan las campanas? En un momento dado le pregunté:
--¿Y para usted, D. Ernesto, cuál es la novela más importante que se ha escrito?
--¡Ah, amigo Julio, eso depende de donde estés! --y al ver la cara de sorpresa que yo ponía se echó a reír--. Sí, hombre, no te alarmes, verás: si estoy en París diría que la Madame Bovary de Flaubert; si estoy en Londres, diría que el Ulises de Joyce; si estoy en Moscú diría que Crimen y castigo de Dostoievski; si estoy en mi país diría que Las uvas de la ira, de Steinbeck... pero como estoy en Madrid te diré que la mejor novela que se ha escrito es El Quijote de Cervantes... Ojo, pero hay algo que no hay en ninguna de esas novelas ni en ninguna otra que yo haya leído
--¿Y eso, don Ernesto, qué es? -- dije yo bastante sorprendido
Entonces aquel «grandullón» se levantó, cogió una carpeta de cuero grande que tenía en otra silla de la mesa, la abrió y de ella extrajo un ejemplar de la Niebla de Unamuno y dijo:
--Ten, muchacho, busca el capítulo XXXI y lee esas páginas... Y entonces sabrás lo que es escribir. ¡Porque yo no he leído en mi vida nada parecido!
Yo tomé el ejemplar que me alargaba y con cierto nerviosismo busqué el capítulo que me indicaba y leí varias páginas con verdadera fruición mientras él encendía un puro y pedía al camarero otro whisky. (Se adjunta el texto íntegro del capítulo XXXI en la web www.diariocordoba.com).
Sin embargo, lo más gracioso de aquella entrevista fue que cuando terminamos y ya me iba a marchar me sorprendió.
--Oiga, Señor Merino, no me voy de España sin comer otra vez los boquerones de Doña María. Pienso ir hasta Córdoba mañana o pasado. No se puede uno ir de España sin visitar la Mezquita ni hartarse de «los boquerones en vinagre» de Doña María. Así que si quieres te vienes conmigo.
Y aunque parezca mentira hasta Córdoba me vine con Hemingway el 10 de noviembre de aquel año de 1960... Sólo para comer los boquerones en vinagre de Doña María. Poco después se suicidó en Idaho (EEUU, 1961) de un tiro en la boca.





Julio Merino / para el diario Córdoba de Andalucía / www.diariocordoba.com / Periodista y miembro de la Real Academia de Córdoba.


EL VIEJO DEL PUENTE

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Un viejo con gafas de montura de acero y la ropa cubierta de polvo estaba sentado a un lado de la carretera. Había un pontón que cruzaba el río, y lo atravesaban carros, camiones y hombres, mujeres y niños. Los carros tirados por bueyes subían tambaleándose la empinada orilla cuando dejaban el puente, y los soldados ayudaban empujando los radios de las ruedas. Los camiones subían chirriando y se alejaban a toda prisa y los campesinos avanzaban hundiéndose en el polvo hasta los tobillos. Pero el viejo estaba allí sentado sin moverse. Estaba demasiado cansado para continuar.






Mi misión era cruzar el puente, explorar la cabeza de puente que había más allá, y averiguar hasta dónde había avanzado el enemigo. La cumplí y regresé por el puente. Ahora había menos carros y poca gente a pie, y el hombre seguía allí.





-¿De dónde viene? -le pregunté.
-De San Carlos -dijo, y sonrió.
Era su ciudad natal, por lo que le llenó de satisfacción mencionarla, y sonrió.
-Cuidaba de los animales -explicó.
-Oh -dije, sin entenderlo del todo.
-Sí -dijo-, ya ve, me quedé cuidando de los animales. Fui el último que salió de San Carlos.



No tenía pinta de pastor ni de vaquero, y tras observar su ropa negra y cubierta de polvo, su rostro gris cubierto de polvo y sus gafas de montura de acero, dije:
-¿Qué animales eran?
-Animales diversos -dijo negando con la cabeza-. Tuve que dejarlos.



Yo estaba contemplando el puente y el aspecto de paisaje africano del delta del Ebro y me preguntaba cuánto tardaríamos en ver al enemigo, y todo el rato estaba atento por si oía los primeros ruidos que delataran ese misterioso suceso denominado contacto, y el hombre seguía allí sentado.
-¿Qué animales eran? -pregunté.
-En total tres clases de animales -explicó-. Había dos cabras y un gato y cuatro pares de palomos.
-¿Y los ha dejado? -pregunté.
-Sí. Por culpa de la artillería. El capitán me dijo que me fuera por culpa de la artillería.





-¿Y no tiene familia? -pregunté, vigilando el otro extremo del puente, donde los últimos carros bajaban deprisa la pendiente de la orilla.
-No -dijo-. Sólo los animales que le he dicho. Al gato, naturalmente, no le pasará nada. Un gato sabe cuidarse, pero no quiero ni pensar qué va a ser de los otros.
-¿En qué bando está usted? -le pregunté.
-Yo no tengo bando -dijo-. Tengo setenta y seis años. Llevo andados doce kilómetros y creo que ya no puedo seguir.
-Este no es un buen lugar para pararse -dije-. Si puede llegar, hay camiones en el desvío a Tortosa.
-Esperaré un poco -dijo-, y luego seguiré. ¿Adónde van esos camiones?
-A Barcelona -le dije.
-No conozco a nadie en esa dirección -dijo-, pero muchas gracias. Se lo repito, muchas gracias.



Me miró sin expresión, cansado, y a continuación, necesitando compartir su preocupación con alguien, dijo:
-Al gato no le pasará nada, estoy seguro. No hay por qué inquietarse por un gato. Pero a los demás, ¿qué cree que les pasará a los demás?
-Bueno, probablemente tampoco les pasará nada.
-¿De verdad lo cree?
-¿Por qué no? -dije mirando la otra orilla, donde ya no había carretas.
-Pero ¿qué harán cuando empiece el fuego de la artillería, si a mí me dijeron que me fuera por culpa de la artillería?
-¿Dejó abierta la jaula de los palomos? -pregunté.
-Sí.
-Entonces saldrán volando.
-Sí, seguro que saldrán volando. Pero los demás. Más vale no pensar en los demás -dijo.
-Si ya ha descansado, yo si fuera usted me iría -le insistí- . Levántese e intente andar.
-Gracias -dijo, y se puso en pie, avanzó haciendo eses y volvió a sentarse sobre el polvo, dejándose caer.
-Yo sólo cuidaba los animales -dijo sin energía, pero ya no hablaba conmigo-. Sólo cuidaba a los animales.






No se podía hacer nada por él. Era Domingo de Pascua y los fascistas avanzaban hacia el Ebro. Era un día gris y las nubes iban bajas, por lo que sus aviones no volaban. Eso, y que los gatos supieran cuidarse solos, era toda la buena suerte que tendría aquel hombre.

LA FINCA VIGÍA

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En 1939, después de cubrir la Guerra Civil Española, Hemingway regresó a Cuba con un deseo: huir de los límites de la ciudad.

René Villarreal vivíaen la ciudad rural de San Francisco de Paula, a media hora de La Habana, estaba jugando al béisbol cuando un sedán negro se detuvo y un hombre alto bajó del auto: Era Ernest Hemingway. Los chicos corrieron para ayudarloy Papa lossaludó a todos.

Hemingway había alquilado Finca Vigía porunaño y contrató al joven René como el encargado de la casa. "Cuando éramos más jóvenes, no sabíamos cómo decir Hemingway", recuerda René. "Cuando vino su hijo de vacaciones, lo llamaba 'Papa', y así empecé yo también a llamarlo 'Papa'."A medida que pasaba el tiempo, me llamó su hijo de Cuba", dice René. "Él tenía un gran afecto por mí, y yo también lo amaba, realmente como un padre."





René mantuvo la casa de Hemingway durante 22 años. El lugar es ahora un museo, dirigido por el gobierno cubano. Los visitantes vienen de todas partes del mundo. A pesar de que no está permitido recorrer el interior, ven las habitaciones desde el exterior a través de las ventanas, pero René me dio una mirada al interior. Me mostró los trofeos de caza mayor que cuelgan enlas paredes, la mesa donde literatos y celebridades del mundo se reunieron. Me mostró el sofá de gran tamaño -Gary Cooper, un invitado frecuente, era demasiado alto para cualquier cama así que dormía allí-. René me mostró los libros de la APA. Me mostró los cuchillos de caza. Me mostró los zapatos de Papa, todavía en su bastidor. La historia dice, que los compró a propósito de un tamaño demasiado grande para una mayor comodidad. Mostró la silla favorita de Papa, la barra de bebidas alalcance de la mano.












"Se levantaba temprano. Después de hacer sus ejercicios se pesaba", dice René. "Yo lellevarle el desayuno,tomabauna taza de té, zumo de naranja, dos tostadas y mermelada de limón."Luego escribíadurante seis horas seguidas de pie, sin camisa y descalzo, sobre un pequeño trozo de piel kudu. "Era muy protector con sus cosas", recuerda René."A veces le oía decir: 'Estoy trabajando bien, he escrito lacantidad de palabras necesarias."

Pero Hemingway se quejaba a veces de su esposa Mar
ie.  Sin embargo, le gustaba tener gente alrededor y los invitaba a venir. María había construidouna torre donde Papapodría escribir. Era una buena idea pero Hemingway no lo utilizó muy a menudo. "Solamente una vez", dice René. "Lo ayudé a llevar la máquina de escribir y sus manuscritos arriba y se instaló allí y creo que no más de 15 o 20 minutos más tarde Papa bajó. No puedo trabajar allí. necesito la casa". Él estaba acostumbrado a trabajar aquí, entre los gatos en el medio ambiente zumbido de la casa ".

Cuando no escribía, Hemingway salía de pesca. Su barco, Pilar, ha sido llevado hasta la finca. Después de un día en el mar, Hemingway y su capitán, Gregorio, se sentabanen sumesa de la esquina en La Terraza, con vista al mar.

"Él sabía delas cosas que hacen los peces, para que pudiera atraparlos", dice Gregorio, quienrecuerda un viaje que inspiró un libro. "Cuando fuimos a la mar, encontramos el viejo y el mar. Lo encontramos a la deriva en un pequeño bote con un gran pez atado", recuerda Gregorio. "Y cuando lofue a escribir, quería darle un nombre. Lo nombré El viejo y el mar".








Gregorio Fuentes no era un hombre de edad en el momento y tampoco lo fue Ernest Hemingway. Pero a los 60, parecía mayor de lo que era.

Posteriormente, Hemingway dejó la isla, con la esperanza de un día volver. Pero a medida que pasaba el tiempo, se hizo evidente que él nunca lo haría. Un día una carta de él llegó a la finca dirigida a René.

Mi querido son cubano:

Papá se ha quedado sin gas. No soy el mismo hombre que solía ser. Los médicos me han dado una dieta rigurosa, sin sal, sin grasa ... no tengo espíritu de la escritura, que me gustaba mucho. Y pase lo que pase, Papá siempre se acuerda de ti, así que tenga cuidado de los gatos y los perros y lo que te pedí para mí.

Así Hemingway
nosdejó y muchos de los visitantes que cada año a través de las ventanas de La Finca dicen ver a Papa terminan asombrados. Así también la leyenda crece en la imaginación de cada uno de sus fanáticos y amantes de la vida aventurera.





CBS 12 de mayo de 1999 11:24

TOVARICH HEMINGWAY

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Un libro desvela en Estados Unidos la errática colaboración de Ernest Hemingway con los servicios secretos de la Unión Soviética, sus fantasías de espía y hombre de acción durante la Guerra Mundial y el pánico que sintió cuando la Caza de Brujas cayó sobre sus colegas en los años 50.


Writer, sailor, soldier, spyesel título que Nicholas Reynolds le ha puesto a su libro sobre la carrera de espía de Ernest Hemingway al servicio de la Unión Soviética. Y vaya frase tan buena: su melodía sincopada remite a Tinker, taylor, soldier, spy, el nombre en inglés deEl topo, de John Le Carré.

Así, Reynolds parece decir que Smiley, el agente inglés de la novela, es el reflejo en negativo de este Papa espía.

En las novelas de Le Carré, Smiley intercambiaba golpes a ciegas contra Karla, su némesis soviética: cada uno estaba empeñado en encontrar la única debilidad de su rival (la esposa huidiza de Smiley, la hija neurótica de Karla). En cambio, en el libro de Reynolds la gracia es descubrir que Hemingway era todo debilidades: sentimentalismo, fanfarronería, cambios de humor, impaciencia, locuacidad alcohólica...

Y, sin embargo, medio mundo pensó en el escritor como agente de información secreta.Menudo malentendido.

Durante 336 páginas (no hay aún edición española), Writer, sailor, soldier, spyse lee en clave de casi-comedia.






Luego, termina en suicidio. El pobre Hem no sabía que la vida de los espías era algo más complicada que una novela de Ian Fleming.

La noticia de la colaboración entre Hemingway y el NKVD (la posterior KGB) apareció en Rusia en 2009 y después cayó en el olvido de las anécdotas... Hasta que llegó a las manos de Reynolds, un investigador empleado hasta entonces en contar la historia de la CIA. Acopló los archivos moscovitas sobre el escritor (a menudo elusivos) con sus escritos y sus biografías y... ¿Por dónde empezar? Por España, claro. A España a la Guerra Civil, llegó Hemingway quizá secretamente becado por la Unión Soviética.

¿Quizá? No hay datos concluyentes pero se sabe que los informadores soviéticos habían puesto a Hemingway en su rádar a partir de un artículo escrito en una revista de izquierdas, New Masses. Allí, Hemingway documentaba las consecuencias del enésimo ciclón que cruzaba Florida, el estado en el que se vivía. Los pobres se habían arruinado. A los ricos ni siquiera se les había movido el  sombrero.A partir de ahí, Hemingway elevaba la crítica a una enmienda a la totalidad. El New Deal le parecía un engaño. Roosevelt, un estafador. 

En el Partido Comunista de los Estados Unidos (CPUSA) se entusiasmaron. Los libros de Hemingway aparecieron en ruso y su traductor en Moscú le invitó a viajar a la URSS.Nunca fue posible ese viaje, pero en 1937 sí que hubo ocasión de partir hacia Madrid, donde el estado paralelo soviético, instalado en el Hotel Gaylord de la calle Alfonso XI (los periodistas estaban en el Florida de Gran Vía), convirtió a Hemingway en su preferido.

Estuvieron listos los soviéticos.Como lazarillo eligieron a un cineasta holandés y comunista, Joris Ivers, que lo primero que hizo fue acompañarle al frente y, en medio del fuego, demostrarle que «tenía un par de pelotas».

Aquella era la medida definitiva del respeto que podía merecerle un hombre. Hemingway admiraba a la corte rusa que encontró en Madrid. Sólo entre ellos había un plan claro por ganar la guerra. 

Además, estaba la vanidad. Hemingway se moría por estar en el ajo. Por comer con el legendario Orlov. Por sentirse uno más en el equipo de los más hombres. Sus crónicas de la guerra, espléndidamente pagadas (un dólar por palabra), fueron quizá su primer servicio inconsciente como agente de la URSS. Lo mismo puede decirse de su famoso enfrentamiento con John Dos Passos, que buscaba a su traductor español, José Robles, desaparecido por los soviéticos. 

Hemingway le dijo a su colega y antiguo amigo que dejara de molestar a sus anfitriones. No fue amable: «Te voy a destruir».







Cuando Hem volvió a América, publicó¿Por quién doblan las campanas?, su novela sobre la Guerra Civil. Sorprendentemente, el relato sólo era en parte prosoviético. Los comunistas estadounidenses se sintieron decepcionados pero alguien en el NKDV decidió que ese sí-pero-no podía ser la coartada perfecta para un agente secreto. La persona se llamaba Jacob Golos y contactó con Hemingway en Nueva York para sondearlo. Sí, el escritor seguía simpatizando con Moscú (pese a que las noticias sobre las purgas de Stalin ya eran conocidas) y, sobre todo, se guardaba su peor desdén para las democracias liberales. Reino Unido, Francia, Estados Unidos... Nadie había movido un dedo por su querida República Española. Y sí: Hemingway estaba abierto a colaborar con Golos y sus hombres. ¿Cómo? Habría que pensarlo. Quizá podría transmitir la agenda de los comunistas a través de sus textos. O quizá podría confiarles sus opiniones como un contacto entre la gente de poder en Estados Unidos... Ya se vería.

Hemingway hubiera preferido algo de más acción. Por eso, cuando estalló la II Guerra Mundial, no quiso esperar y se inventó un nuevo empleo como agente secreto. 

Papa, por entonces, ya se había instalado en Cuba, así que se dirigió a la Embajada de Estados Unidos en La Habana y se ofreció para crear una agencia de espionaje independiente con la que vigilar a agentes proalemanes en la isla. Sobre todo, entre los emigrantes españoles de simpatías franquistas. La idea era bastante peregrina pero en la Embajada no supieron decirle que no o quizá fueran igual de poco profesionales que el escritor. Todos se pusieron a jugar a espías durante meses... al servicio de Washington y no de Moscú.

Como Hemingway no capturó a nadie, se aburrió y cambió de idea. Consiguió que la Embajada le proporcionara armas y combustible para el Pilar, su barco de pesca.
 El plan, esta vez, era vigilar y abatir submarinos alemanes que navegaran por aguas cubanas. Y aquello fue como jugar a los barquitos y no dar una. 

Martha Gellhorn, la mujer de Hemingway, le dijo que le parecía un modo ridículo de conseguir gasóleo gratis para el barco y poder salir con los amigos. Y Hem enloqueció. El mundo ardía y el hombre estaba imposible como un león enjaulado. Así que Gellhorn maniobró para conseguirle una plaza de corresponsal en el desembarco de Normandía y el camino hacia París.

En Francia, en la guerra, Hemingway fue feliz. Confraternizaba con las tropas, mediaba con los partisanos, ayudaba con los mapas y la traducción, dio algún que otro tiro y, por si fuera poco, empezó a acostarse con Mary Welsh, una corresponsal pelirroja que sería su última mujer... 





Cuando llegó a París, esperaba una medalla pero se encontró con una sanción del Ejército por extralimitarse como corresponsal. Los periodistas no podían ir por ahí haciendo el trabajo de los soldados.

Conclusión: cuando el escritor estadounidense volvió a casa, su irritación contra el sistema había crecido. Y eso le hacía anhelar que los rusos lo pusieran por fin en acción.

En cada visita de los representantes de Moscú, que las hubo durante todo ese tiempo, Hemingway insistió en su disponibilidad. Pero cada reunión acabó en un «muy bien, espera tu momento» que ponía a prueba su paciencia. 

En 1947 puso dinero para Fidel Castro y dio su opinión sobre sus planes para crear una guerrilla en la República Dominicana. Pero eso no era entrar en acción; eso era, más bien, aceptar un sablazo.

Mientras, en Estados Unidos, la Guerra Fría cayó sobre sus colegas escritores. El senador McCarthy arrasó Hollywood y Hemingway recibió alguna invitación para escribir una carta contra la Caza de Brujas. Hemingway la escribió en términos muy desafiantes... pero nunca llegó a enviarla. Tenía pavor a que su amistad con Moscú trascendiera aunque, en realidad, el FBI nunca lo tuvo en la lista negra. 
Cuando alguien le instó por segunda vez a dar un paso adelante, contestó «I am not a fucking traitor». Moscú perdió el interés.

Su siguiente libro fue el menos político de su carrera: El viejo y el mar. En Cuba, conspiró muy vagamente contra Batista.

La policía le mató a un perro para asustarle y él se asustó. Después le llegó la Revolución y también tuvo miedo de la retórica antiyanqui. Habían llegado ya el Nobel, la depresión y la decadencia física a raíz de un par de lesiones. 

Ernest Hemingway estaba ya en el camino de la paranoia y del suicidio. La paranoia de los malos espías.





Luis Alemany para El Mundo(España)

MURAKAMI y HEMINGWAY

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Haruki Murakami tiene un público que lo admira y otro que lo detesta. Es sabido que año tras año, cuando se habla del Nobel, siempre aparece su nombre. En su reciente libro el escritor traza una línea crítica muy profunda donde desnuda lo que la mayoría de los escritores sabemos: nadie quiere a nadie. Pero en boca de un autor como Murakami toma otra significación: "De vez en cuando llegan a mis oídos historias de amistad entre escritores. Entonces no puedo evitar pensar que solo se trata de cuentos chinos. Tal vez ocurra durante un tiempo, pero no creo que una amistad verdadera entre personas así pueda durar mucho tiempo. En esencia, los escritores somos seres egoístas y competitivos. Una fuerte rivalidad nos espolea día y noche. Si se reúne un grupo de escritores, seguro que se dan más casos de antipatía que de lo contrario. He vivido varias experiencias en este sentido". ¿Acaso esta afirmación no es cierta?. Siempre la rivalidad está como punta de lanza y todos lo sabemos aunque nos hagamos los tontos. La hipocresía parece ser una virtud y la falsedad una condición que no tiene precio.



Vuelvo a otro pasaje de su libro: "Escribir una novela no es tan difícil. Tampoco escribir una buena novela. No digo que sea fácil, pero, desde luego, no es algo imposible. Sin embargo, hacerlo durante mucho tiempo, sí. No todo el mundo es apto porque son necesarias esas cualidades de las que he estado hablando antes. Tal vez sea algo muy distinto a eso que llamamos "talento". Y aquí viene la historia con Hemingway. Cierta crítica dice que Murakami intenta en sus textos una asociación entre Hemingway y Kafka. Yo no me atrevería a tanto. El japonés tiene mucho respeto por Hemingway, y eso se advierte porque una y otra vez recurre a Ernest. Dice Haruki: "Por encima de cualquier otra cosa, lo que quiero transmitir es que para un escritor lo más importante es su capacidad individual" y esto cierra su valoración sobre Hemingway. Murakami nos señala ese concepto al que personalmente me aferro desde que perfilé este espacio. Más allá de toda crítica, el meollo de la cuestión es esa capacidad la que motoriza el desarrollo de una obra que perdura y concentra la vitalidad de un lenguaje propio.

Ahora un poco más de Murakami y Hemingway.

"Me parece que cuando uno empieza a escribir y no tiene claro sobre qué hacerlo, cuesta mucho arrancar el motor, pero en cuanto el vehículo avanza las cosas resultan mucho más fáciles. Uno no tiene nada sobre lo que escribir, de acuerdo. Planteado de otro modo significa que puede escribir con total libertad sobre lo que le plazca. Aunque el material que tenemos entre manos sea ligero, limitado, una vez bien combinado y sazonado con ese poco de magia, nos permitirá levantar una historia hasta donde queramos. Si llegamos a dominar ese empeño y no perdemos de vista una sana ambición, podremos estructurar algo con peso y profundidad hasta extremos sorprendentes.


En el lado contrario, los escritores que empiezan desde el primer momento a trabajar con materiales muy pesados tienen tendencia a dejarse arrastrar por ese peso, aunque no les sucede a todos, obviamente. Por ejemplo, los autores que empezaron a escribir sobre sus experiencias vitales en la guerra, una vez que cubren ese período desde distintos ángulos y perspectivas, a menudo terminan por bloquearse y son incapaces de encontrar temas nuevos. De igual manera, se da el caso opuesto, en el que determinados autores dan un golpe de timón radical, abordan temas nuevos y crecen como escritores. Otros, por desgracia, son incapaces de cambiar el rumbo y pierden fuelle poco a poco.

Ernest Hemingway es, sin duda, uno de los autores más influyentes del siglo xx y podría afirmarse casi con el consenso de todos que sus mejores obras fueron las primeras. Siento especial devoción por sus dos primeras novelas largas, "Fiesta" y "Adiós a las armas", y por los relatos de "Nick Adams". De todas ellas se desprende una energía que a mí, personalmente, me corta la respiración. Sin embargo, obras posteriores suyas, aunque siguen siendo las de un autor excelente, flaquean en potencia y sus frases dejan de golpear con la misma viveza que al principio. Supongo que en parte se debe a que Hemingway era ese tipo de escritor que escribe movido por la fuerza inherente de los materiales que maneja. Quizá por eso se implicó tanto en los conflictos sobre los que escribía (la primera guerra mundial, la Guerra Civil española, la segunda guerra mundial), por eso se construyó una casa en África o, por eso mismo, se sumergió en el mundo de la tauromaquía. En mi opinión, necesitaba de constantes estímulos externos. Es fácil que una vida así se convierta en leyenda, pero, por pura lógica, a medida que pasan los años el dinamismo que ofrece la experiencia disminuye sin cesar. Aunque la verdadera razón solo la conoció él, a lo mejor por eso se refugió en el alcohol y terminó por suicidarse en el apogeo de su fama pocos años después de haber recibido el Premio Nobel en 1954."

Fragmento del libro "De qué hablo cuando hablo de escribir",Tusquets Editores,2017

                       

Vivir y sobrevivir

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John Hemingway y Kristina Efrémova contentos en Key West con este nuevo desafío para la familia. Un slogan impactante: Vivir una vida que te sobrevivirá. Nada mejor que brindar y augurar los mejores momentos de felicidad. Salud, amigos.



DE CUBA EN CUBA

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Acaba de finalizar en La Habana el decimosexto Coloquio Internacional Ernest Hemingway. Este nuevo ciclo bianual que se desarrolló entre el 15 y 18 de junio, tuvo la visita de 26 notables escritores e investigadores de países como Estados Unidos, España, Italia, Japón, Francia y Argentina. El cónclave se dedicó en esta edición a los aniversarios 80 y 65 de la publicación de los títulos Tener y no tener  y El viejoy el mar, respectivamente, así como al 55 de la fundación del Museo Ernest Hemingway. En el evento también se rindió homenaje al escritor cubano Enrique Cirules, recientemente fallecido, con la presentación de varios de sus títulos relacionados con el célebre escritor norteamericano, entre ellos Hemingway, ese desconocido.


Dos presencias cautivaron a los participantes, la mítica Valerie Hemingway,  encargada de abrir las jornadas y Douglas Edward Laprade, quien a propósito del anuncio del presidente estadounidense Donald Trump de que cancelará totalmente el acuerdo de la administración anterior sobre Cuba, insistió en que con Hemingway 'trascendemos estos bloqueos políticos y diplomáticos'. 

En declaraciones a la prensa, LaPrade, quien se desempeña como profesor en la Universidad de Texas Valle del Río Grande, explicó que el coloquio es de suma importancia porque a veces se piensa en la literatura como un arte decorativo u ornamental, en tanto él la estima como la voz y alma de un pueblo.


El académico señaló que los discursos de los políticos tienen sus altibajos y cambian cada cuatro años, en tanto las novelas de Hemingway son eternas: 'un libro suyo es un pasaporte entre Estados Unidos y Cuba, el lector de Hemingway es un ciudadano de los dos países, porque él mismo se consideraba un cubano más, tanto como norteamericano.'


Por su parte, Valerie Hemingway, secretaria personal del escritor y esposa de su hijo menor, dijo conocer a muchos estadounidenses que aman la posibilidad de poder visitar Cuba, de ahí que tenga la certeza de que la mayoría de ellos estarán realmente enojados con un retroceso en las normalización de las relaciones.
Valerie, enfatizó en que este tipo de eventos ayudaría a los estadounidenses a conocer Cuba. Muy cercana al autor en sus últimos años de vida, Valerie significó que a pesar de que viajó mucho, Hemingway escogió a Cuba como su único hogar; amó el país y su gente precisamente porque aquí encontró el lugar donde podía trabajar, donde podía escribir con facilidad en tanto el pueblo cubano era muy respetuoso.
"Creo que si el presidente Trump da marcha atrás en las relaciones, estará de verdad desfavoreciendo a su país", sostuvo Valerie Hemingway, para quien un retroceso en el deshielo es "una tragedia" porque impediría a sus conciudadanos conocer "este maravilloso paraíso" y a su "amistoso e inteligente" pueblo.
Además, aseguró que desde que se restablecieron las relaciones bilaterales hace dos años y medio, la Universidad de Montana, el estado en que ella reside, envía estudiantes cada año a la isla.
Con todo, precisó que su célebre suegro, que vivió dos décadas en la isla, nunca quiso involucrarse en la política cubana. En 1960, tras el triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro, Hemingway declaró que había visto ya "muchos regímenes en Cuba" sin que ello interfiriera en su dedicación a la escritura.






"Lo que él amaba de Cuba es que podía simplemente dedicarse a escribir, a disfrutar del deporte, de sus amigos... Trataba de mantenerse alejado de la política diaria", refirió la nuera del literato.
Obviamente no coincido con Valerie en muchos aspectos, creo que su mirada es sesgada y hasta diría comprometida. A Ernest lo obligaron a salir de Cuba bajo amenaza de muerte porque precisamente era un rebelde del sistema que en Cuba logró cierta tranquilidad. Apoyó la Revolución, no me cabe duda, y por ello el Imperio quiso que se fuera de la isla; nadie deja su casa de un día para otro. 
La fiesta terminó y sigue la fiesta.











EL VIEJO Y EL MAR A LA CHILENA

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Me llega la invitación y estoy a punto de decir que sí pero miro mi agenda y debo decir que no. Cardiólogo, oculista, dermatólogo...en fin... un viejo de mierda...oh, no tanto; bien podría suspender los turnos y volar hasta Santiago para no perder un instante de esta recreación de El viejo y el mar.

La gacetilla dice entre otras cosas: Humor, fantasía y elementos de la identidad local es la combinación que ofrecerá a contar de su estreno la obra Viejo Santiago pescador”, adaptación del clásico “El Viejo y el Mar” del afamado escritor estadounidense, Ernest Hemingway, que hizo el director Carlos Huaico (“Por sospecha”).







Es una fábula para grandes que puede ver toda la familia, aportando a la idea de que la gente no envejece: la gente tiene la edad del viento”, señala el actor que cuenta la historia de un viejo pescador de La Boca (en la desembocadura del río Rapel) que, para eliminar su mala racha, decide ir en búsqueda del mítico Pez Espada protagonista de las más increíbles leyendas que se narran en su caleta.

Huaico señala que la obra se mueve en dos universos: uno real que muestra la cotidianidad de Santiago y otro mágico en el que transitan las criaturas marinas con las que se encuentra en su periplo.Me pareció que la décima era el lenguaje adecuado para potenciar esta teatralidad. Partimos desde la ingenuidad y eso nos permite entrar a lugares de mucha sensibilidad, lo que tiene un correlato, tanto en el dispositivo visual, como en la importancia asignada al componente musical que está conducido por Alejandro Miranda”, explica el director.





Siempre esta obra da para más. Siempre eltema del hombre y suderrota es un clásico para descubrir la capacidad de lucha que tiene el ser humano. Siempre me asombro cuando vuelvo al texto y procuro tener la mirada firme hacia el futuro. Me digo: “hombre...que ya vas para los 70… y esto recién comienza”.

La puesta en escena es protagonizada por los consagrados Jorge Rodríguez y Mario Bustos, a quienes se unen los jóvenes talentos de Rodrigo Jiménez y Christian Oyarzún, lo que propicia el intercambio artístico y generacional para abordar temas como la vejez, la necesidad de alcanzar el éxito y la pasión por vivir.





En Chile pasados los 50 eres un viejo y no sirves para nada. Pensamos en cómo Hemingway, a través de esta epopeya, da sentido a una gesta de lucha con la naturaleza, para dotar de sentido a la vida: alcanzar la trascendencia. Invitamos a la gente a que no se quede en su casa, a creer en que da lo mismo la edad: si tienes un sueño debes hacer todo para cumplirlo”, propone el director.

Viejo Santiago pescadores un proyecto financiado por Fondart Regional 2017 y forma parte de una residencia de la compañía en Balmaceda Arte Joven, lugar donde se ha desarrollado el proceso creativo.

Esto se trata de cómo llegamos a ser viejos, de cómo ese exitismo que nos impone la sociedad provoca una frustración que es falsa. El viaje de este viejo es darse cuenta que lo realmente importante no es tener un premio o un reconocimiento, es simplemente vivir”, enfatizan.


Obra: “Viejo Santiago pescador”, adaptación de “El Viejo y el Mar” de Ernest Hemingway 
Director: Carlos Huaico Gárate
Cuándo: del 2 al 13 de agosto
Funciones: Miércoles a domingo, 20:30 horas
Dónde: Sala de las Artes, Centro Cultural Estación Mapocho, Plaza de la Cultura s/n, Ex Estación de Trenes, Metro Cal y Canto
Entradas: General $3.000, Reservas: viejosantiagopescador@gmail.com, o al teléfono: +562 2787 000



DÍA DE ERNEST HEMINGWAY EN MIAMI

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La noticia no puede pasar inadvertida para un hemingwayano; pasa el tiempo, los años, los inviernos, los huracanes y Ernest sigue estando vivo. No lo digo yo, desde un país lejano a los vientos alisios; lo confirma la memoria, el recuerdo, la sana costumbre. Se festejan en el mundo tantos días y hechos que, de pronto, uno pierde dimensión sobre los acontecimientos y, cuando algo significativo aparece, es momento de festejarlo.




En la ciudad de Miami, a partir de este año, se festeja el 21 de julio el DÍA DE ERNEST HEMINGWAY. El alcalde de esa ciudad, Tomás Regalado, proclamó ese día y coronó a Miami como la primer ciudad de Estados Unidos en realizar este homenaje al escritor norteamericano.



El proyecto certificaba la solicitud presentada por la Academia Norteamericana de Literatura Moderna (ANLM), cuyos miembros trabajaron incansablemente para llegar a esta instancia. La tarea emprendida por Rosa De la Soledad, Alfredo Ballester y Mery Larrinua, entre otros, permite a las nuevas generaciones conocer aún más al autor y deja latente el prestigio de uno de los mayores escritores del siglo XX.



LOS GATOS POLIDÁCTILES NO LE TEMEN A IRMA

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En medio de todas las noticias de devastación sobre el paso del huracán Irma  por América, la noticia positiva – una de esas que suelen cerrar los noticierospara no dejar un mal sabor de boca – viene desde la casa de Ernest Hemingway en Florida: los 54 gatos que allí viven ha sobrevivido al paso del huracán.                          

La historia empezó cuando los habitantes de la zona se estaban preparando para el impacto del Irma. Los empleados del Ernest Hemingway Home and Museum en Key West decidieron quedarse en el museo para protegerlo y para cuidar también a los felinos.        

Los 54 gatos que viven allí son los descendientes de Snow White, la gata del escritor que tenía seis dedos. Hemingway era fan de los gatos polidáctiles  y tenía muchos en su casa. 

Los responsables del museo, como le comentaban hace unos años a la BBC, decidieron mantenerlos andandolibremente en el museo para recuperar la atmósfera de cómo era cuando el escritor allí vivíaNo todos los que se muevenahora allí tienen seis dedos, pero sí todos llevan el gen dentro.


Volviendo al presente, algunos de los empleados pasaron la noche del sábado con los 54 gatos dentro de la casa. La decisión, como se puede ver leyendo los comentarios dejados en su perfil en Facebook, no estuvo exenta de polémica. ¿No eran acaso irresponsables por quedarse (ellos y los gatos) en el museo? Desde el museo señalaban que la casa estaba en lo alto y que por tanto no era una zona especialmente peligrosa.

Días después, gatos y trabajadores están perfectamente. El responsable del museo, David Gonzales, así lo ha asegurado a los medios estadounidenses. Los gatos, apunta Gonzales, fueron conscientes de que la tormenta se acercaba y algunos de ellos entraron solo a vivienda, anticipando el peligro.

Dicen que Hemingway estaba observando todo y uno de los empleados, mientras acariciaba un felino sonrió cuando Irma hacía de las suyas.



VIENTOS DE CAMBIO (NO SIEMPRE)

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Después de muchos meses y de continuos comentarios sobre este espacio, acudí a repasar el archivo documental llegando a la conclusión que las críticas avinagradas no eran tales. La pipa había nacido y crecido gracias a esa idea mesiánica de humanizar al viejo Hemingway (perdón, yo soy más viejo que Don Ernesto) y en mi afán de reciclarlo lo hice participar de mis aventuras cotidianas. Esta fórmula me permitió instalar en la memoria de muchos amigos la idea sobre que Hemingway resucitaba, o algo más atroz: que no se había suicidado. Así fue creciendo mi diario personal o bitácora escandalosa que con el tiempo se fue destiñendo y dejó esa fórmula de comentario cotidiano por una suerte de ensayo memorioso. Como suele decir un mediático periodista: "me debo a mi público" y esto no es otra cosa que una estúpida reflexión vacía de contenido, pero sumamente eficaz cuando de vanidades se trata. Por lo tanto, este cronista sin más peros, va a regresar con la frente marchita, a esos picantes comentarios donde su vida se entrelazaba con la Ernest y, entre uno y otro, las desfachatadas historias de las que se puede dudar sin ningún inconveniente. Les anticipo que todo ha cambiando y aquellos seguidores que piensan encontrarse con los viejos conocidos se sentirán defraudados. Esos posteos quedan para el recuerdo en letra impresa, resguardados en la edición papel de julio de 2007 y mayo de 2009. Ahora voy por la segunda parte, en una carretera bien acondicionada y con el motor en marcha. Los preparativos me condicionan para que la aventura se inicie el mes próximo. Mientras tanto los invito a leer la reseña que un fiel miembro de esta comunidad terapéutico subió haces unos meses cuando llegó a sus manos el libro que reunía los primeros 237 posteos.






Gatti nos ofrece un ensayo, que funciona también como una suerte de diario personal en el que mezcla la pasión obsesiva que siente por Ernest Hemingway así cómo sus anécdotas cotidianas. Ficción y realidad se mezclan de manera algo desconcertante (no sabemos qué es verdad o qué es fantasía), narrándolo con un particular sentido del humor. 

  
Uno lee este libro con la sensación de estar asistiendo a una charla en un café, por móvil o celular, por email, con un amigo al que siempre le pasan las cosas más insólitas, básicamente porque a todo lo que sucede le encuentra siempre alguna relación con Hemingway. Y aquí radica, pienso yo, la gracia del asunto: en una colección de posteos de un blog la mayoría no demasiado extensos en los que el autor cuenta sobre algo que le ha pasado, algo que ha leído, algo que ha evocado, un texto que recuerda, una cita… pero siempre o casi siempre Hemingway aparece de una forma u otra. 
  
Es interesante porque sirve para conocer muchas curiosidades sobre Ernest Hemingway pero también Gatti se fagotiza del tal modo con su obsesión que también llegamos a conocerle bastante bien, convirtiéndose en protagonista principal de su propia aventura literaria. 



  
Hay una sensación muy bonita de cercanía – lo que antes comentaba de la anécdota que te cuenta un amigo – que convierte cada una de estas entradas en muy amenas, divertidas, interesantes, curiosas, frescas, ágiles… A la vez que nos divertimos aprendemos cosas y a la vez que aprendemos cosas disfrutamos con las peripecias de Gatti en torno a su obsesión por su escritor favorito con quien existe una operación tan curiosa como paradójica de mitificación desmitificadora del personaje en cuestión: Hemingway 
  
© Joseph B Macgregor
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