El mensaje de mi amigo es para reflexionar. Tampoco resulta tan terrible, pero llama la atención que sea en una ciudad donde el turismo es importante. Sucede que las protestan castigan a los visitantes y los carteles anuncian que los barceloneses no quieren turistas que alquilen departamentos.
Con expresiones tales como
“Fora Pijos” y “Tourist go home”, una apreciada multitud se expresa en la calle. Mi amigo está ahora
en el bar favorito de Hemingway, donde también pasaron Dalí y Picasso. Es un
lugar emblemático, un refugio bohemio con dos siglos de historia. El bar
Marsella, es un icónico establecimiento ubicado en el corazón del barrio de
Raval, fundado en 1820, reconocido como el bar más antiguo de la ciudad y que
pasó por todas las crisis económicas, la más crítica en 2023, cuando cargó con
la amenaza del cierre y la comunidad y el ayuntamiento de Barcelona decidieron
unirse para preservarlo y asegurarse que siga siendo un punto de encuentro para
las nuevas generaciones de artistas y amantes de la cultura.
Hablar del Marsella es remitirse a una época maldita, donde
los artistas buscaban a las prostitutas para enamorarlas con sus poemas. Allí
Hemingway se castigaba con la absenta y terminaba desecho.
Ahora las cosas son distintas y esto que los turistas sean
echados no es nada bueno.
Hemingway estaría a los insultos y golpearía, de ser
necesario, a más de barcelonés idiota.